Qué es lo que más me gusta de escribir.

Desde la publicación de mi primera novela, “Brujas del viento”, y después con “Basabe”, mucha gente me pregunta qué es lo que más me gusta de escribir.

La respuesta siempre conlleva varias implícitas, todas ellas ciertas, ninguna más importante que otra y todas complementarias. La invención de una historia…, imaginar otra época con sus gentes y sus paisajes…, la creación de los personajes: su físico, su personalidad…, englobarlo todo y narrar sus peripecias, aventuras y desventuras dentro de la descripción de un escenario temporo-espacial es para el autor un ejercicio a la vez explosivo y delicioso.

El lector necesita saber más

Qué me gusta de escribirPero sucede que el lector quiere saber más sobre aquel protagonista que le ha cautivado durante páginas y páginas, desea profundizar más sobre la personalidad de aquella heroína que le privó de horas de sueño cuando no podía dejar el capítulo a medias… o interroga al escritor sobre ciertas circunstancias que él ha imaginado, que podrían haber sucedido, pero que al “padre de la criatura” no se le ocurrió cuando desarrollo el texto.

Es en estos casos cuando pienso que necesitaríamos una tarde entera para dar respuesta a esas cuestiones que, habitualmente se hacen esperando una respuesta que quepa entre sorbo y sorbo de un café vespertino. ¿Qué contestar sin sonar pedante?, sin quedarte corto, pero intentando satisfacer a su vez al interlocutor que espera la respuesta de la mejor fuente: El autor. (caso aparte me suponen las interpretaciones por terceras personas, y tendremos oportunidad de escribir sobre ello en otro post).

La mayoría de las veces me quedo con la sensación de que la respuesta no es lo que el lector andaba buscando, posiblemente por la expectativa de una respuesta concreta y corta y lo que se encuentra de facto son ideas con matices, con diversas posibilidades que explican una u otra actuación de un personaje que darían juego para seguir tirando de la madeja durante varios cafés más.

En otras ocasiones el interpelador se queda frío con lo obtenido, tal vez por no ser lo que esperaba, o por no encajar con su novela imaginada. También esto sería motivo de un debate o conversación prolongada, pero de nuevo…. la necesidad de inmediatez…

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