También fue un niño y no lo tuvo nada fácil. Eneko, el héroe, el gran Eneko de Basabe y Antxia tiene un pasado de juegos y correrías, pescando madrillas o bañándoos en el río Asúa junto a sus amigos. No es un personaje construido desde la nada. Tiene su niñez feliz junto a sus hermanos y padres, hasta que la vida le enseña que puede ser muy cruel. Pasa de la niñez a la edad adulta de forma brusca y sin dar oportunidades a la transición de una adolescencia.
Noble de cuna y hechos, sobre todo de hechos, demuestra que lo es a cada oportunidad. Sin prepotencia. Aprendiendo de cada circunstancia, de cada situación, de cada personaje que se cruza en su vida, sin hacer distinciones: desde un monarca hasta el último de los criados. Con una escala de valores muy bien definidos y a la que será fiel durante toda su vida y todas y cada una de las circunstancias por duras e injustas que sean, siguiendo un lema como directriz infranqueable: “El amor y la lealtad no se deben, se ganan”
Su grandeza, su valor, su poder inmenso van creciendo y enriqueciéndose a lo largo de la novela y se afianzan en su inteligencia, en la facilidad para aprender y en la avidez de conocimiento anteponiéndolos a la fuerza bruta, que solo utilizará cuando todo lo demás falle.
En la concepción del héroe no quería clichés de personajes que son solo grandes caballeros sino que intenté dar pinceladas de su humanidad en cada una de sus escenas, con sus miedos, errores e incongruencias. Además quise hacerlo más cercano usando en incontables ocasiones el apelativo cariñoso por el que le llamaba su madre cuando vivían juntos en Basabe. Así Begiurdinak tiene incluso más importancia y más peso dentro de la historia que el gran Eneko. Cuando otro personaje quiere bajar el tono de un dialogo o quiere apelar a sus sentimientos, usa este apelativo. Begiurdiñak.