Del mar.
Bello y sereno cuando estás en calma,
con movimiento blando, informe y errático.
Reflejo del alba, blanco, anaranjado
y brillante en tu superficie.
Pero no consigues el engaño.
Detrás de esa fachada de paz y de reflejos azules,
se esconde la furia indomable de tu verdadero ser.
Cuando tus olas se coronan
de penachos blancos de espuma,
se levantan en inmensas moles grises
para romper con la fuerza del temporal,
nada te puede detener,
y nadie se puede mostrar indiferente.
Tu rugido al golpear la costa,
al estallar en las rocas,
enmudece a la tormenta.
Saltando en millones de perseidas húmedas entre la escollera,
el viento de la tempestad te acompañará,
y el aire se impregnará de tu olor a salitre.
La calma momentánea y tu vaivén,
presagian una nueva ola,
como si se prestase a coger impulso para saltar
gris, furiosa, blanca, plegada sobre sí,
dispuesta a saltar fuera de ti.
Oskar Benegas