Brujas del viento está basada en una antigua leyenda popular que descubrí por primera vez en alguno de los libros sobre mitología vasca que cayeron en mis manos en la biblioteca del colegio. Me llamó la atención la historia de una niña -una princesa del norte- que era abandonada por un barco vikingo en las costas de Mundaka o Sukarrieta. Ese personaje se sería la madre del primer Señor de Bizkaia.
El personaje de Hannah MacApin es una invención mía, así como la mayoría de los personajes principales, pero no lo es su familia. En el siglo octavo de nuestra era, el reino de Escocia, también conocido como reino de Alba, estaba gobernado por la familia MacAlpin y las guerras intestinas entre la propia familia eran una realidad. Tal vez la heredera de ese reino, tras haber sido exiliada fuese, trasladada hasta las costas de Bizkaia en un intento de que sobreviviese a la aniquilación de su familia. Muchos barcos se acercaban a dichas costas en busca de agua dulce para poder abastecerse, siendo Mundaka uno de esos puntos.
El reino más importante en esa época en el norte de la península Ibérica, era el Astur-leonés, que luchaba por su hegemonía contra el califato de Córdoba. La batalla épica de Padura se pierde en los relatos históricos, con la bruma del tiempo que difumina y distorsiona la realidad, llegándonos hasta nuestros días como la gran victoria de Fortún, primer Señor de Bizkaia.
Mi experiencia es que se trata de una novela que merece ser tenida en la biblioteca de casa. Al cerrar el libro, sientes su abandono y te invade una sedosa nostalgia de su mundo y personajes; nostalgia que se aplaca recogiendo el libro entre tus manos y depositándolo, acariciando su lomo, en tu biblioteca. Su narrativa, lejos de la farragosidad de un relato histórico, es ágil y fresca; capta enseguida la atención y el ánimo del lector, que forma parte de los acontecimientos. Los distintos contextos en que se desarrolla el texto, bien coordinados, dan a la lectura una singular agilidad e interés, por lo que no se encuentra momento de abandonar su lectura; y cuando acabas, sientes que alguien te ha dejado solo.